¿Cuántos ecosistemas componen el Humedal de Trumao?

Ríos, vegas, praderas inundables, vegetación ribereña, árboles centenarios y bosques pantanosos son algunos de los ecosistemas predominantes del humedal de Trumao que, además de contar con un gran valor ambiental, brindan hábitat y protección a más de 200 especies de flora y fauna. Desde el punto de vista de su conservación, el Diagnóstico del Humedal de Trumao los ha clasificado en tres tipos: ecosistema fluvial, de vegas y praderas higrófilas, y de bosques pantanosos.

En la sección del río Bueno, en la microcuenca directa del humedal entre los ríos Pillmaiquén y Rahue, está el ecosistema fluvial. Este espejo de agua de unas 314 hectáreas es un ambiente importante para la fauna silvestre, principalmente para aves como patos y cisnes, pero también para mamíferos en estado de conservación como el coipo.

Las aguas, generalmente, presentan buena calidad con respecto a los parámetros biofisicoquímicos contemplados – temperatura, conductividad eléctrica, pH, entre otros. Estos demuestran que la calidad del agua no tiene parámetros que impliquen riesgo para la salud de las personas o de los ecosistemas, es más, su estado trófico indicaría una actividad biológica normal y una disponibilidad de nutrientes adecuada en el agua.

Las vegas corresponden al segundo ecosistema reconocido por el Diagnóstico, y su principal fuente hídrica proviene de aguas de inundación. Esto significaría una abundancia de plantas de la familia Cyperaceae y Juncaceae, que son un tipo de pradera nativa poco extensa con humedad permanente. Estas vegas se caracterizan por la presencia de especies de herbáceas con carácter medicinal o aromático, cuestión de gran valor para la comunidad local.

Estos ambientes también son importantes para la avifauna porque entregan alimento y nidificación. A su vez, las zonas agrícolas, que incluyen praderas inundables, favorecen la presencia de aves de zonas abiertas como la loica, codornices y tórtolas.

Por último, los bosques pantanosos (pitrantos o hualves) constituyen el tercer ecosistema y son caracterizados por su composición de agua dulce y abundancia de árboles siempreverdes, principalmente de la familia de las mirtáceas, que se encuentran inundados de manera estacional o permanente por el aporte de las precipitaciones, aguas subterráneas y/o por estar asociados a ríos o esteros y sus áreas de inundación.

La presencia de hualves está determinada principalmente por las condiciones locales, ya que son un tipo de vegetación azonal, es decir, que no tiene relación directa con las características del clima regional sino al suelo, sustrato y humedad de su entorno inmediato.

Finalmente, estos conforman un hábitat importante para diferentes especies de flora y fauna, debido a los frutos comestibles de las especies arbóreas que los componen y a su densidad, ya que es un espacio de refugio y anidación para especies de anfibios, insectos, aves y mamíferos como güiña y huillín. Además, entregan una diversidad de microhábitats fundamentales para la fauna acuática y condiciones estables para el desarrollo de la entomofauna.

Estos ecosistemas proveen múltiples servicios ecosistémicos como protección contra la erosión hídrica en las riberas de los ríos, control de la contaminación a través de la filtración de nutrientes y otros contaminantes orgánicos, mantención del suministro de agua subterránea y superficial, oportunidades para actividades educativas y recreativas al aire libre, hábitat para fauna y flora, entre otros.

Los bosques pantanosos contribuyen a mantener el agua libre de contaminantes y, como pasan anegados la mayor parte del tiempo, también funcionan como fuentes de almacenamiento para mantener constante el suministro hídrico y una abundante reserva de carbono en los suelos. También presentan un importante valor cultural para los pueblos originarios, siendo considerados espacios sagrados donde muchas veces residen energías o fuerzas espirituales (ngen), además de un lugar donde se recolectan especies medicinales.